Juraron amarse un Porfiriato. Su amor era bastante común: se conocieron en la facultad y pronto se enamoraron. Compartían ideales, música, lecturas, perdían el tiempo juntos. En mayo del 2012, después un mitin donde gritaron por horas “fuera Peña Nieto” y bailaron y cantaron, pasaron de hacer la revolución al amor, y entre consignas Paco le pidió a Enedina que se fuera a vivir con él. Fue en la cama donde decidieron entre risas amarse todos los porfiriatos juntos porque Juárez solo estuvo 14 años en el poder.
Horrores como los de Ayotzinapa y los crímenes del narco los mantuvieron largas horas de madrugada sin dormir, alegando e imaginando Méxicos mejores. Aguerridos, discutían las reformas estructurales, los gasolinazos, formulaban eventos, situaciones para el análisis y el debate. Estaríamos mejor con AMLO, repetía Paco. Eran compañeros de ideas.
Una noche, Enedina veía el resumen de noticias recostada en el sofá y soltó la carcajada: No hay chile que les embone, decía el presidente, sobre la captura de Javier Duarte, si no los agarramos, porque no lo agarramos, si los agarramos, porque los agarramos (…), el Peje ya hasta dijo que -Duarte- es un chivo expiatorio. Tú también, Ene, ¡tú también vas a minimizar todo este problema con la risa?, le reclamó. Lo cierto es que Enedina reía con las tonterías de Peña Nieto pero también con las de Andrés Manuel, como le llamaban ambos familiarmente al tabasqueño.
En enero del 2017 AMLO era considerado ya presidenciable para el 2018, y en una reunión entre amigos mientras Paco festejaba esto, ahora sí vamos a ganar, a Enedina se le salió decir que era el enojo social contra este régimen lo que pone a Obrador ahí de nuevo, no su valía, López Obrador ya no tiene nada que ofrecer, y comenzaron una pelea absurda en la que ninguno de los presentes quiso participar. Durante meses ella prefirió guardarse todo lo que pensaba de la creación de Morena y el reclutamiento que hacía de personajes liados al PRI y al PRD por evitarse una confrontación con Paco que abonara a los múltiples roces que ya constantemente tenían. No comprendía de dónde había surgido tanta rispidez entre ellos sobre estos temas, nada tan grave como para no solucionarlo, nada que no pudieran debatir. Ni desacuerdos sentimentales, ni pleitos por dinero o infidelidades habían provocado algo que hiciera fisuras en su relación como esto.
Parecía como si poco a poco ambos fueran decepcionándose del otro.
Dejaron atrás las sonrisas y las miradas, las complicidades cada vez fueron menos y la sensación de enamoramiento parecía evaporarse. Ya no había bromas privadas ni hermosos momentos y risas en la cama. Ya no había don Porfirio ni Benito. El pico de la separación comenzó a elevarse cuando Enedina decidió no quedarse callada. ¡Y con qué va a gobernar, con su gabinete priista? Si ahora la mafia del poder es él. Paco agarró una almohada y en el cliché consagrado se fue a dormir al sofá.
Entraron en una modalidad de decadencia. Evitaban hablar de las noticias, de AMLO, de Peña, del país, y prefirieron mencionar la posibilidad de tener un hijo. Ninguno olvidó la promesa desnuda del porfiriato, pero hasta los encuentros amorosos disminuyeron. Cerca del 1 de julio, la casa era un campo de batalla en donde no se hablaba de nada, pero se mascullaba de todo. En redes sociales, eran enemigos acérrimos. La noche de la victoria de AMLO, Paco no llegó a dormir.
Por la mañana, la luna de miel del nuevo régimen había dado inicio, y la ruptura entre Enedina y Paco fue total. Así pasaron días de turbulencia, hasta que de nuevo Enedina, tumbada en el sofá, escuchó a Peña Nieto: Un país no se construye sólo de un sexenio. Ni tampoco el amor, dijo ella en voz alta. Se levantó y cerró la puerta por fuera.
@negramagallanes
Horrores como los de Ayotzinapa y los crímenes del narco los mantuvieron largas horas de madrugada sin dormir, alegando e imaginando Méxicos mejores. Aguerridos, discutían las reformas estructurales, los gasolinazos, formulaban eventos, situaciones para el análisis y el debate. Estaríamos mejor con AMLO, repetía Paco. Eran compañeros de ideas.
Una noche, Enedina veía el resumen de noticias recostada en el sofá y soltó la carcajada: No hay chile que les embone, decía el presidente, sobre la captura de Javier Duarte, si no los agarramos, porque no lo agarramos, si los agarramos, porque los agarramos (…), el Peje ya hasta dijo que -Duarte- es un chivo expiatorio. Tú también, Ene, ¡tú también vas a minimizar todo este problema con la risa?, le reclamó. Lo cierto es que Enedina reía con las tonterías de Peña Nieto pero también con las de Andrés Manuel, como le llamaban ambos familiarmente al tabasqueño.
En enero del 2017 AMLO era considerado ya presidenciable para el 2018, y en una reunión entre amigos mientras Paco festejaba esto, ahora sí vamos a ganar, a Enedina se le salió decir que era el enojo social contra este régimen lo que pone a Obrador ahí de nuevo, no su valía, López Obrador ya no tiene nada que ofrecer, y comenzaron una pelea absurda en la que ninguno de los presentes quiso participar. Durante meses ella prefirió guardarse todo lo que pensaba de la creación de Morena y el reclutamiento que hacía de personajes liados al PRI y al PRD por evitarse una confrontación con Paco que abonara a los múltiples roces que ya constantemente tenían. No comprendía de dónde había surgido tanta rispidez entre ellos sobre estos temas, nada tan grave como para no solucionarlo, nada que no pudieran debatir. Ni desacuerdos sentimentales, ni pleitos por dinero o infidelidades habían provocado algo que hiciera fisuras en su relación como esto.
Parecía como si poco a poco ambos fueran decepcionándose del otro.
Dejaron atrás las sonrisas y las miradas, las complicidades cada vez fueron menos y la sensación de enamoramiento parecía evaporarse. Ya no había bromas privadas ni hermosos momentos y risas en la cama. Ya no había don Porfirio ni Benito. El pico de la separación comenzó a elevarse cuando Enedina decidió no quedarse callada. ¡Y con qué va a gobernar, con su gabinete priista? Si ahora la mafia del poder es él. Paco agarró una almohada y en el cliché consagrado se fue a dormir al sofá.
Entraron en una modalidad de decadencia. Evitaban hablar de las noticias, de AMLO, de Peña, del país, y prefirieron mencionar la posibilidad de tener un hijo. Ninguno olvidó la promesa desnuda del porfiriato, pero hasta los encuentros amorosos disminuyeron. Cerca del 1 de julio, la casa era un campo de batalla en donde no se hablaba de nada, pero se mascullaba de todo. En redes sociales, eran enemigos acérrimos. La noche de la victoria de AMLO, Paco no llegó a dormir.
Por la mañana, la luna de miel del nuevo régimen había dado inicio, y la ruptura entre Enedina y Paco fue total. Así pasaron días de turbulencia, hasta que de nuevo Enedina, tumbada en el sofá, escuchó a Peña Nieto: Un país no se construye sólo de un sexenio. Ni tampoco el amor, dijo ella en voz alta. Se levantó y cerró la puerta por fuera.
@negramagallanes
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