lunes, 4 de mayo de 2020

LA QUE NO QUISE SER






Yo estaba a la orilla del mar y mis palabras provocaron

una ola grande, furiosa, que me levantó.

Desde entonces no he vuelto a pisar tierra firme.



Antonieta Rivas Mercado





Lo veo así: si bien el tiempo ha reivindicado parte de las luchas de las mujeres y nos ha permitido ganar algunas de las batallas, el techo de cristal (las trabas invisibles) continúa en todos los ámbitos, no solo el laboral, por lo que no hablaré en este texto de un pretérito, como si todo perteneciera ya a los anales de la Historia y las mujeres gozáramos de libertad, equidad y autonomía, eso está lejos de que lo vea. Aún está claro para mí que una de las estrategias del patriarcado es invisibilizarnos, en lo general seguimos sin ser partícipes de esta Historia a menos que seamos compañeras, madres e hijas de los hombres.

Antonieta intelectual, mecenas, traductora, bailarina, protagonista, mujer moderna…. Hija del arquitecto, amante del candidato, madre de, esposa de, es lo que antecede al nombre de Antonieta Rivas Mercado en infinidad de textos. Nace con el siglo en 1900. Fue amiga de prácticamente todos los creadores de principios del siglo XX, y mientras ella los mencionó a todos, pocos la mencionaron a ella: “Antonieta: Viajo en redondo dentro de mi dormitorio en un océano de tedio, tratando de escribir. Esta obra ha sido publicada y me importa mucho tu opinión. Xavier”; solo una línea escrita insulsa del puño de quien amó con devoción casta, Manuel Rodríguez Lozano: “mujer extraordinaria desde todos los puntos de vista”. José Vasconcelos, al que consideró el hombre su vida, prefirió nombrarla con su tercer nombre, Valeria. Y aunque participó en momentos históricos del México político-cultural revolucionario y posrevolucionario ha sido más recordada como la suicida de Notre-Dame.

“Anoche quemó mis libros. Una hoguera. Así quemarían a las brujas, France, Remy de Gourmont, Baudelaire, mi Verlaine, los preferidos, los que había mandado empastar. Estaban tan bonitos. No sabe francés, yo se lo estaba enseñando, así que no los puede leer y, sin embargo, dice que son perniciosos, que el francés está podrido y que corrompe”. “¡Oh, Dios!, haz de mí una buena esposa”, rezaba Antonieta, pero a los ojos de todos no fue así. Estigmatizada por su divorcio y en pleitos por la custodia de su hijo decidió continuar con su trabajo. Disfrutaba amargamente de participar en todos los espacios y en los temas por discutir, lo que le valió para hacerse de una voz crítica reconocida:

Desde antes de 1911, cuando Madero fue electo presidente, se organizaron clubes femeniles que se encargaban de hacer todos los preparativos para apoyarlo a él y a la causa de forma continua. Aún después del asesinato de este, las mujeres continuaron realizando servicios de espionaje -con cartas cosidas entre la ropa-, de contrabando o reclutamiento, lo mismo para la campaña presidencial de José Vasconcelos, donde las inquietudes feministas debieron esperar, pues el compromiso en nombre de la justicia social no podía detenerse. En este contexto, Antonieta escribe “Maternidad vs Igualdad de Derechos”, un artículo donde plantea que en la lucha por México las mujeres no estaban considerando sus propios derechos, sino el cumplimiento de la tarea que se nos ha encomendado de manera ancestral. Señala que mientras que en EU, Inglaterra y Francia ya había mujeres políticas, gobernadoras y senadoras, las mujeres mexicanas tienen “una escala de valores morales diferentes” en los que aceptan el cuidado de toda la vida espiritual y, “como consecuencia, su más grande modelo, el único y exclusivo modelo que deben seguir no es el de la estadista reina Elizabeth sino el de María, la Virgen Madre, con su hijo, el Redentor en brazos […], se puede afirmar sin temor que esto es gracias a que ha despertado a un más amplio sentido de la maternidad, no para ganar derechos para ellas mismas, sino para defender, proteger y obtener la paz para sus hombres […]. Desde el punto de vista del feminismo, entendido por ello la intervención directa en la vida política del país, no se les llamaría para que lucharan con toda su fuerza y poder por sus hombres; el feminismo resultaría entonces para la mujeres mexicanas una palabra ridícula y vacía […]. Conquistadoras de los Derechos de los Hombres, no me sorprenderá verlas regresar tranquilamente para atender a sus hogares, sacar adelante a sus hijos y, después, borrarse cuando sus compañeros discutan sobre política y no muestren el más mínimo interés en el Sufragio, no obstante que ahora ellas están llenando las cárceles y desafiando las enfermas y gastadas fuerzas del Gobierno en más de una dirección, pero es porque están obedeciendo lo que Dios les ordenó: ser las madres de sus hombres.”


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[90 años después de haber escrito esto, en plena temporada electoral 2018, donde las mujeres estamos participando de manera activa, protagonista y contundente, todavía alcanzo a notar algunos de estos rasgos. Aún con las cuotas de género, la participación de las mujeres en la política y en los altos mandos no se ha consolidado, no basta la cantidad de mujeres, sino la calidad de sus propuestas para que la agenda de género, es decir, la lucha por los derechos humanos de las mujeres, avance.]

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La obra artística de Antonieta consiste en obras de teatro, cuentos, una novela inacabada, traducciones, ensayos, recados y cartas extensas con una gran capacidad descriptiva, literaria y filosófica. Es claro que considero a Antonieta precursora del movimiento feminista, como la llamó Evodio Escalante, sin embargo, mi consideración trasciende a que solo sea una mujer que enfrentó las dificultades de todas las mujeres de su tiempo. Por fortuna ella podía alzar la voz y participó de manera activa, si no con otras mujeres, por ese mismo contexto social, sí en trabajos que reivindicaran a estas. Moderna y creadora, patrocinadora de la cultura, trazó una brecha en el yerbajo para que las siguientes camináramos sin tanto roce, sin tanta vuelta.

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Aunque mi postura es que una de las estrategias del patriarcado es invisibilizarnos, menospreciar nuestros trabajos y no dejarnos relucir, José Emilio Pacheco comprendió bien lo que hace la Historia con las mujeres: “El suicidio de Antonieta Rivas Mercado fue el fin del sueño vasconcelista y el epílogo de la gran etapa artística y literaria mexicana que había empezado diez años atrás cuando Vasconcelos llegó a la Secretaría de Educación Pública. Durante casi medio siglo, la muerta siguió prisionera de Notre-Dame y su historia sólo se transmitió en secreto, con seudónimo”.

Antonieta quiso ser parte de todo. Quiso ayudar, proveer, recibir, crear, quiso ser amada y comprendida, dejar huella en la Historia, sin vanidad alguna, grabar su nombre en letras de oro por el simple hecho de haber sido promotora de los vientos de cambio de la nación:

“Manuel: Esta mañana tuve la visión clara de una novela, de mi primera novela […]. Podría llamarse La que no quise ser. […]. Los personajes, todos, sin conciencia, sin claridad. La claridad mayor está en la sensualidad potente de la madre. Si logro esto, y mi dolor me hace tan aguda que lo juzgo posible, se la enviaré inmediatamente para que la critique. Vea que sigo su consejo. No he cesado de trabajar.”

Antonieta no necesita epítetos, fue por ella misma la que quiso ser.




@negramagallanes




Fuentes de consulta:

Blair, Kathryn S. A la sombra del Ángel. México. 2009. SUMA de letras. Pp. 647

Schneider, Luis Mario. Obras completas de Antonieta Rivas Mercado. México. 1987. SEP. Lecturas Mexicanas. Pp. 470


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