El viernes en la noche mientras veía en Twitter los cantos, los gritos, los golpes, el rosa y el verde, los vidrios quebrados, el símbolo de Venus grafiteado en paredes y monumentos, el hartazgo, no sabía qué sentir ni qué pensar porque no podía creer que estuviera sucediendo. No era “ver arder el mundo” ni darme golpes de pecho por los destrozos. No podía reír ni festejar ni dolerme. Otra vez otra marcha. La misma exigencia. Nuevas violencias. Tan sencillo como que no estaba pensando con claridad. Observar la manifestación y los destrozos como los que hace cualquier hinchada de fut me parecía no sólo reduccionista sino violento también.
“Sólo yo tengo derecho a decidir sobre mi cuerpo”, me la pasé repitiendo la semana pasada como una loca, mientras preparaba el guion de un video. Sólo yo tengo derecho a decidir sobre mi cuerpo, el principio básico de la exigencia femenina que hasta ahora no es una realidad para las mujeres, porque siempre habrá quién nos diga cómo ver las cosas y qué decidir, qué hacer, qué pensar, qué sentir. Siempre hay un censor que evalúe nuestras acciones y nos culpe y responsabilice por todo, hasta por nuestra muerte. Siempre habrá quién prefiera vernos como víctimas eternas antes que como personas conscientes de tomar una decisión, aunque sea equivocada, ¿que tampoco tengo el derecho a equivocarme, o qué?
Tan no podemos decidir sobre nuestro cuerpo, nuestra vida ni nuestras acciones, que por eso no podemos usar minifalda sin que nos llamen putas o golfas, o sin que señalen la celulitis o los pelos de nuestras piernas o axilas; o del otro lado: no podemos decidir usar ropa holgada o masculinizada sin que también sea motivo de crítica. Tan no podemos decidir, que no dejan de hablar de nuestra gordura o nuestra delgadez o nuestras tetas o culos operados, estriados, pequeños, grandes, obscenos, algo necesitan destacar de él. Tan no podemos, que el aborto está regulado sólo en caso de que nos violen o sea un riesgo. Tan no podemos, que es imposible pensar que una mujer decida ser trabajadora sexual. Incluso dentro del feminismo, las abolicionistas dirán que las que deciden esta labor están siendo manipuladas o coaccionadas por alguien detrás de ella, un padrote, una matrona, porque es más fácil victimizarlas a las pobrecitas putas, maltratadas por la vida y sus circunstancias, y confundir su derecho a decidir en libertad con el aberrante delito de Trata de Personas, que creer que una mujer tomó una decisión consciente, socializada, por los motivos que ella tuviera, el dinero, el gozo, el morbo, la facilidad. Mientras, esta desacreditación criminaliza el trabajo sexual, niega la sindicalización y la exigencia de los derechos sexuales, de salud, de vivienda, de jubilación, los derechos de todos, y obvio, no favorece la erradicación de este grave delito que también padecen niñas y niños, porque las autoridades se enfocan en criminalizar el trabajo sexual, en detener, consignar, refundir a las putas antes que al proxeneta.
Porque ser puta no es sólo cosa de decidir el oficio, sino el señalamiento a todas las acciones tomadas en libertad, negada a las mujeres; no es cosa de pobres, como dicen, ¿una rica nunca decidiría ser puta por ella misma?, porque, ¿se trata de vender el cuerpo, de rentarlo, de darlo gratis, de ser obligadas, o de preservar la virtud y la dignidad femenina al reprimir nuestra sexualidad?
[“Sólo yo tengo derecho a decidir sobre mi cuerpo”. Como si todos tuviéramos el chance de tener el trabajo que queremos, el que deseamos, el que nos desarrolle como personas y creadores, ¿quién no se vende en estos días? ¡Su vida peligra, renuncie! ha sido la solución para sobrevivir a la cotidianidad, al consumismo, al capitalismo, al estrés, la receta para el workaholic que espera su jubilación porque como no pudo organizar su vida ahora sí va a organizar su muerte. Quiero unos palos de golf. Quiero ser freelance aunque tarden medio año en pagarme y yo coma todos los días. Quién no está coaccionado para vender su cuerpo y su mente en estos días? Todos queremos salir del hoyo y de las deudas. Todos queremos una casita decente. Somos mercancía susceptible de compra y venta.]
Pero es más fácil juzgar a las mujeres. Putas si deciden, víctimas eternas porque no lo hacen, porque no pueden, antes que garantizarles el derecho a decidir.
Así que miles de mujeres decidieron manifestarse el viernes contra la violencia, contra toda la violencia sufrida a manos de los hombres, y de otras mujeres también, ¿por qué no decirlo?, contra la violencia, toda, la que vivimos a diario, proveniente de todos lados. Y muchas decidieron hacerlo de forma violenta. Vándalas. Nadie se lo esperaba así. Mexicanas al glitter de guerra, gritaron. Sin embargo, ¿cuál es el estatus simbólico que le damos a la manifestación del viernes? ¿Por qué decidieron no destacar el trasfondo? ¿Quién se va a atrever a decir que es gratuito el enojo? Porque la constante es desvirtuar y menospreciar los sentires, nuestros desasosiegos y miedos, nuestras muertes también. Si te enojas, estás en tus días, eres agresiva, no razonas, no sabes lo que haces. Si hablas, malo, si externas tu hartazgo diciendo lo que no te gusta, malo, yéndote de donde no te quieren, malo, siempre habrá un menosprecio a lo que sientes, como cuando lloras porque también estás en tus días, pobre víctima que sufre pero no hace nada para remediarlo porque no sabes decidir, porque nosotros no te podemos ofrecer nada, ni justicia ni paz, si pides, malo, si suplicas por tu vida, malo, por tu dignidad, malo, y si al final exiges con violencia, malo también. Si te asesinan, mucho peor, es tu culpa por andar en minifalda a la media noche en la calle.
Así que mientras gasté e invertí muchas horas viendo Twitter y Facebook, yo seguía con la frasecita pegada en la cabeza como sonsonete de reguetón: “Sólo yo tengo el derecho a decidir sobre mi cuerpo”. Pero créetelo, porque muchas mujeres no lo hacen. Como con las trabajadoras sexuales. Hay una exigencia en la higienización del cuerpo, en la preservación de las virtudes femeninas al más puro estilo del Frente Nacional por la Familia. Cierra las piernas y no abras la boca. Enfermas, sucias, puercas, la estigmatización de las putas, aunque en todos lados nos llaman así únicamente por nuestro cuerpo, ¿a poco no han escuchado lo sucias que somos cuando nos baja? No seas cochina, no hables de eso, guárdate, que nadie sepa que estás en tus días. Higienización del cuerpo y limpieza urbana. Las putas no salen de la Zona de Tolerancia, ¿qué imagen van a dar si las ves en la calle? En esta ciudad tan modernizada, cómo vamos a permitir que la gente vea a esas mujeres, que las conozca, que sepan de ellas. Necesitamos una ciudad limpia. Sin basura en las calles. Sin grafitis en los puentes. Necesitamos mujeres decentes. No vamos a hablar de “sus problemas” porque ensucia nuestras inversiones, aleja el turismo, no tumba el negocio.
¿No cumplen con nuestras reglas? No hablemos de su hartazgo. Putas, revoltosas, sucias de cuerpo, sucias de mente, vienen a destruir de nueva cuenta la ciudad que ya está destruida por la violencia, con sus pintas de cifras de feminicidios, con su diamantina, con los números de carpetas de investigación, con los nombres de las desaparecidas, de las violadas, de las quemadas, vienen a ensuciar y romper todo con sus exigencias. Destaquemos su violencia antes que el origen de ésta. Criminalicemos su protesta como lo hacemos con las putas. Con las que deciden. Mejor detener a las putas que al proxeneta. Mejor despreciar la manifestación de las mujeres que combatir la impunidad. Ellas decidieron gritar y romper vidrios. Irracionales. Quién va a escuchar ese histerismo.
Ya es lunes y yo todavía no pienso con claridad. Abrí Twitter y Facebook y volví a ver nuevos nombres y rostros de mujeres asesinadas, violadas, desaparecidas.
“Sólo yo decido sobre mi cuerpo”, no dejo de repetirlo como mantra, como letanía, para que se me haga verdad. Todavía no puedo creer que no sea cierto. Que no sea una realidad para todas el decidir sobre su vida. No puedo creer que el símbolo de Venus grafiteado sea para muchos hoy sólo un símbolo de vandalismo antes que de exigencia a una vida libre de violencia, una vida para poder decidir sobre nosotras. También estoy harta.
Publicado en La Jornada Aguascalientes
@negramagallanes
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