Si yo fuera otro ser
no lo podría entender.
Pero es tan difícil ver,
si algo controla mi ser.
Puedo ver y sentir y decir:
mi vida dormir,
será por tu influencia.
Esta extraña influencia.
Charly García
Con dos capítulos encima y la primera taza de café por la mañana, volteo a ver a Edilberto y de la nada le digo: es que no, es una mamada, deja te digo una cosa, a lo que él abrió los ojos sorprendido porque no entendía a dónde iba mi comentario.
Una noche antes vimos los primeros dos capítulos del minidocumental sobre rock latinoamericano titulado Rompan todo, donde Javier Batiz descubrió el hilo negro y el pelo largo.
Si algo tuvo a bien el documental fue enmarcar la escena del rock en el contexto sociocultural y político que fomentó el desencanto juvenil tan profundamente como para dar pie a la explotación del talento. El de Gustavo Santaolalla, por supuesto, que tuvo a bien descubrir, moldear y apadrinar a los mayores exponentes de lo que definen como rock latinoamericano: más que un género musical, una actitud. Esa es la justificación para que Maná apareciera en el filme. Lo que sí es que está muy mezquino ampararse en que Santaolalla invitó sólo a sus amigos. Es tanto como si le cobráramos a Harold Bloom la selección para su canon, porque como siempre, uno tiene a sus favoritos y espera con ansia que salgan a cuadro como si eso validara nuestros gustos musicales, nos hiciera más conocedores, o nos invitara a la confrontación.
Deja te digo una cosa, Edilberto, es una tontería porque solo mencionaron una vez a la Revolución de Emiliano Zapata, ¿neta? Deja tú eso, no han dicho nada de Jaime López, me responde mientras enciende un cigarro.
Desde que estamos juntos, después del trabajo vemos una película o una serie, ahora es Modern Family, aunque ya casi nos la acabamos; a veces yo bordo y él lee, a veces yo leo y él ve documentales sobre asesinos seriales, casos judiciales complicados, misterios sin resolver. Con frecuencia dejamos para el fin de semana escuchar música. Edilberto tiene un jueguito: uno escoge una canción y el otro sugiere la que va después, que combine, que mantenga el mood. Somos difíciles. Él pone a Sting, yo sigo con sir Elton, él salta a los Beatles, y ahí yo no me decido. En esa casa no se escucha a Pink Floyd. Nuestras diferencias musicales solo acentúan nuestras diferencias personales. Pero tenemos coincidencias, muchas. Apenas hace unos días cantábamos juntos Siento que, de Jumbo, y él me decía, Tania, está tan menospreciada esta rola. Quiero que mañana sea igual que hoy. ¿Qué sigue? No hay de otra, Fotografía.
Lo que sí es que es un documental pobre. Lo es para mí. Con o sin amigos, a Gustavo Santaolalla la historia del rock latinoamericano le habría dado para 11 temporadas y más de 250 capítulos, como Modern Family. Pero no. Si algo nunca he tolerado, es la reducción que se hace de las bandas cuando sólo presentan una canción como si de un one hit wonder se tratara. ¿Otra vez Soda Stereo es De música ligera? ¿Los Fabulosos serán Matador toda la vida? ¿Caifanes, la Negra Tomasa? Qué simplismo.
Y como la contextualización resultó buena para armar el despliegue musical, qué colgados se vieron todos aquellos que se atrevieron a decir que en México también teníamos una dictadura, sobre todo después de ver las imágenes de represión y brutalidad en Chile y Argentina. Pero no nos podíamos quedar atrás, también de dolor se canta, y en México queremos ser los protagonistas hasta del sufrimiento.
Y a todo esto, ¿es rock mexicano o rock hecho en México?
Ya quedamos que el rock es una actitud, pero cuatro capítulos después ¿neta no hay ni una sola mención a Panteón Rococó para acompañar al EZLN? Por eso se cree que Panteón solo es su one hit wonder La carencia. Pero no es mi canon. En el mío no estaría Panteón tampoco. Edilberto se dio por vencido después de volver a salir de la nada mi comentario al día siguiente e insistir, ¿te fijaste que ni a La Barranca han mencionado? ¿Ya viste todo lo que dicen en Twitter del bodrio este? Y se ríe. Tania, no sigo esas conversaciones en Twitter, pues deberías porque es cierto, no mames, a nadie de Brasil mencionaron, qué pedo, ni a Os Paralamas do Sucesso. Ahora que escribo esto, sigo con mis disertaciones, tal vez no mencionaron a Sepultura porque Cavalera se venció al imperialismo del idioma inglés. ¿Pues no que la música es un lenguaje universal? Ok, ok, no es mi canon. Pero si hasta Álvaro Henríquez no dejaba de hacer comparaciones con los anglos, que si este quiso emular a Dylan, aquel, a Lennon. Es que no mamen, ¿dónde está A.N.I.M.A.L de Argentina? Qué indignación.
Ya para cuando terminamos el documental, Edilberto tenía muy fresco en la cabeza otra cosa que siempre dice: México ha despreciado la maravilla que es Fobia, claro, sus integrantes son niños bonitos de familias bien, qué van a andar sabiendo de música, no como los provincianos, según Rubén Albarrán, de Café Tacvba, que eran clase media, media baja, baja, de Satélite, lo que de seguro les daba otro feeling musical. Pero qué grandioso es Re. Aunque cambio los dos primeros discos de los tacubos por el Unplugged de Los Tres, dice.
Y llegó el momento en que tenían que mencionar a las mujeres. Sí, esta industria, como la de los libros, la del mundo, es altamente machista y de protagonismo masculino, pero eso no significa que ahora cualquier hijo de vecina tenga que venir a concedernos unos minutitos de su documental para exponer que el rock era liderado por ellos y curarse en salud, porque claro que había mujeres en el rock. A ver, si el rock es una postura ante la vida, más que solo música, dónde está Cecilia Toussaint, Eugenia León –Aurora y la academia, me contestó Edilberto–, las Ultrasónicas, hasta Ximena Sariñana entra en esa categoría. Ya lo sé que no es mi documental. Pero qué decepción que quien abandera a las silenciadas mujeres del rock fuera Andrea Echeverri. Triste fue escucharla decir que muchos años de su vida durante las giras vivió rodeada de un 99% de hombres que se volvían bestias porque pasaban tiempo sin sus mujeres, por lo que ella tenía que irse corriendo a su habitación. Tanta reivindicación femenina, tanto y tan novedoso feminismo, tanto que abandera la causa para que Andrea replicara la tan pasada de moda guerra de los sexos. Peor todavía fue escuchar a Julieta Venegas decir que Andrea le decía que no saliera al escenario “tan sexi”, pues era el ejemplo de miles de jovencitas. Tanto puritanismo en una rockera no concuerda, qué diría Kenny la de los eléctricos, Echeverri suena parecida a una tía que me pedía que me bajara la falda, no me fueran a hacer algo por andar vestida así en la calle.
Pero es cierto, el rock era súper machín porque lo eran los tiempos. Todavía lo es. No por algo Café Tacvba cantaba La Ingrata sin mayor problema y en Chile hasta les hacía mucha gracia, dice Albarrán. Otra que fue relegada a una mención fue Ely Guerra, talentosísima, guapísima, sensual y sexual, que más de una vez me invitó a poner de fondo Peligro, después del amor de la primera vez. Recordé algo: rockera fracasada de noche, trabajadora en una tienda de trajes para caballeros de día, yo compraba la revista menstrual –así le decían– de La Mosca, porque a diferencia de ahora que tenemos toda la información a la mano, en los dosmil una debía buscar en revistas las novedades del momento, y esta me daba todo lo que buscaba en música. Recuerdo muy bien mi enfado cuando en la última página de esa edición salieron publicadas las mejores fotos del Vive Latino 2005: una secuencia de fotos en donde a Ely Guerra se le cae el tirante de la blusa, lo que dejó ver por completo su chichi derecha, a lo que la compositora y cantante reaccionó en chinga subiendo el tirante y riéndose de ella misma. Y pensé, bola de culeros, ¿neta eso fue lo mejor del festival? A huevo, qué importaba la música si podías publicar la foto de la chichi derecha de Ely Guerra. Chichis pa la banda, le gritaba el público. Pero este penoso evento fue su culpa, bien podría decir eso Andrea Echeverri, para qué se vistió tan sexi, qué no sabe la Guerra que los hombres son como bestias cuando pasan tiempo sin sus mujeres, seguro corrió a encerrarse en su camerino.
Todo esto le gritaba yo a Edilberto toda alborotada, como si él fuera a resolverme algo de este mundo pútrido y sus documentales sesgados y de establishment santaolallezco. Y él no dejaba de sonreír.
Aunque pensándolo bien, fue el mejor documental del mundo, valió la pena cada minuto porque reímos y cantamos juntos, porque lo vi aplaudirle a Fito, coincidir en la grandeza de Charly y en lo buenos que eran los Illya Kuryaki, porque se burló de mi indignación por la presencia de Fher de Maná, porque le gritó a la tele Álvaro, hazme un hijo –otra vez–, porque nos volvimos a contar anécdotas de cuando esta rola, aquella, esta otra, Rockotitlán, cientos de CDs, decenas de tocadas.
Edilberto, estás equivocado, Los Tetas merecían ser nombrados en el rock chileno.
Y bueno, ¿Bomba Estéreo? ¿Calle 13? Los ritmos se modifican todo el tiempo, y eso no tiene remedio. Qué bueno que no es mi canon.